Mientras sucedía en Europa la Primera Guerra Mundial que trajo cuatro años de conflicto en donde los países contendientes sufrieron, además de las bajas propias de la guerra, continuos vaivenes políticos, sociales y económicos para toda su población. España, país que se declaró neutral, esta guerra tuvo facetas positivas y negativas. Entre estas últimas podemos destacar la falta de subsistencias de alimentos básicos que hacía que los precios subieran y con ello el descontento social.
En marzo de 1915, salió en prensa un artículo titulado "Las subsistencias" del corresponsal de San Juan del Puerto del diario "La Provincia" donde expone la especulación de la harina de trigo que influía en el precio y en el peso del pan que se vendía en el pueblo, lo pongo tal como se publicó ya que es muy expresivo, en algunos párrafos incluso recurre a la ironía, de los momentos que le tocaron vivir a los sanjuaneros durante aquellos años, espero que les guste:
"Todo el mundo se ocupa del problema de las subsistencias, y no extraño por tanto que este pueblo también se preocupe del pavoroso conflicto (se refiere el autor del artículo a la Primera Guerra Mundial).
Aquí, como en todas partes, se deja sentir la crisis a causa de los precios tan elevados que alcanzan los comestibles, lo cual en los hogares humildes produce no pocas perturbaciones.
El pan, que es el artículo de mayor necesidad en la casa del pobre, los panaderos han sido tan magnánimos, que nos lo han "bajado" cuando lo suben en todas partes. Si señor, nos lo han "bajado", pero, entiéndase bien, en el peso. Aquí, hace varios años que se viene vendiendo el pan a 0,35 céntimos los ocho gramos. Nada ha importado que hubiera muy buenas recolecciones y que se pudiera vender, sin perjuicio alguno, a 0,20 céntimos: el precio indefectible ha sido el de 0,35.
Ahora con la tapadera de la Guerra Europea, unos cuantos señores acaparadores y pudientes, tienen que ser su agosto "por amor a la patria", por lo que los pobres panaderos no pueden dar el pan, costándoles el saco de harina a 50 pesetas, al mismo precio que cuando les costaba 30, y, claro es, tienen que hacer algo para salvar sus intereses. Y como el subir el precio les ha de haber parecido algo prosaico y expuesto, han recurrido al otro medio, dicho: ¿Quién va a ser el diablo que se entretenga en pesarnos el pan para ver que damos 650 gramos, 700, y cuando más 750, por los 800 que decimos vender?