"San Juan del Puerto...su sitio es una llanura a la vanda Boreal de Rio Tinto, casi en frente de Moguer, y en igual distancia de Niebla, y de Huelva. Con la fertil Campiña de su Termino, u el comercio de su Ria, ha crecido la poblacion a un buen vecindario de gente honrada, y de buenos caudales".
Fragmento recogido de "Huelva Ilustrada", obra de Juan Agustín de Mora Negro y Garrocho de 1762.


martes, 15 de octubre de 2019

A Mariquita Bertoa

Si, a algún personaje, pudiéramos considerar, interesante y de interés; por dónde correteó, cómo y cuándo vivió y qué función desempeñó en nuestro sencillo y humilde pueblo de San Juan del Puerto. Sin duda alguna, debemos de referirnos, a ese sencillo personaje, que pasando desapercibido y por el anonimato; en el transcurso de su vida, ha dejado, entre quienes le conocieron, le trataron y aprendieron de ella; una señal imborrable, ante la forma de vida que transmitió, lo que enseñó y los recuerdos de aquellos días y de aquellos años, de 1945 a 1976 del siglo pasado, que nos dejó.

Hija de Antonio Bertoa Escobar, militar, del cuerpo de la marina y de Dolores Rebollo, ambos, natural de nuestro querido pueblo. En el año 1879, final del siglo XIX, nace en la provincia de Cádiz. Y a una temprana edad, vuelven a su pueblo y se domicilian en la calle Queipo de Llano nº 16 de San Juan del Puerto; hoy en día calle Real. Nadie se atrevería a preguntarle su edad, pero ella, que nació en 1879 y que murió en 1976, vivió con elegancia, hasta la edad de 97 años.

Mariquita Bertoa Rebollo, mujer trabajadora y adelantada a su tiempo. De baja estatura “finilla” de apariencia, pero de acero en sus quehaceres. Solidaria con los más débiles, ansiosa de enseñar, a quienes no sabían escribir y leer, a aquellas que decidían hacerse su ajuar; eran tiempos de buscar cómo vivir y de vivir. ¡Tiempos difíciles!

Grupo de mujeres y niñas en la escuela de Mariquita Bertoa.
Foto: Lucía Barao Méndez

Las muchachas, les llevaban las cartas, que sus novios les escribían, desde donde sus destinos militares, de este ancho y amplio país, roto pero con ansias de resurgir de la tierra, como es y era entonces la España de la posguerra; deseaban saber, qué les decían y necesitaban decir, con aquella hermosa y espectacular caligrafía, a sus más íntimos, sus sentimientos y abrir sus corazones desgarrados por la distancia. Lo mismo les escribía una carta llena de emotivas palabras, que les leía, aquellas que recibían con toda delicadeza y entusiasmado cariño. ¡Que gran corazón!

Sin que le hiciera falta estudio alguno, su familia que ya le educó y le transmitió, lo que ella a los demás derrochó. Materialmente le dejó bien poco. Tuvo que dedicarse a hacer aquel trabajo, por aquellos reales, mitad, de una peseta al día. Era lo que mejor sabía. Cuidar de los más débiles.

Algún que otro vecino de nuestro pueblo, respetando la intimidad, pudo nacer en su humilde casa, arrendaba, alguna que otra habitación, aquella buena persona, reconocía la situación y los momentos, que estábamos viviendo.

Indudablemente, conocimientos pedagógicos y sociales no les hizo falta. Tenía lo justo para vivir en la sociedad que le tocó. Sociedad difícil de admitir hoy en día. Pero de una sencillez desbordante, donde los alimentos básicos escaseaban y la industria aún estaba naciendo y por nacer. ¡Cuánta necesidad, se llegó a tener!

Con ilusión desbordante y llena de entusiasmo, Mariquita Bertoa solo anhelaba hacer el bien a aquellos niños y niñas, de aquellas madres que tenían que salir de madrugada a trabajar al campo, a ganarse el pan con el sudor de sus cuerpos y de su trabajo y llegaban a las cinco o las seis de la tarde, cansadas, derrotadas y muchas de ellas sin poder llevarse nada a la boca, donde rellenar aquel estómago vacío y saciar su apetito devorador, hasta que el dueño de la tierra le pagase al final del día, ¡el amo! ¡qué ingrata era la vida!, ¡Cuánto sufrimiento!

En honor a su labor, se le puso su nombre a la biblioteca municipal.
Foto: Junta de Andalucía
Hija de aquel, marino respetable y señor de mostacho prominente. Ya, en aquel cuadro, que en la sala destacaba y que ella con tanto respeto admiraba, decía: ¡es mi padre! De su madre, por el apellido Rebollo, y de su padre, por el apellido Escobar, aún hoy podemos conocer a personas vecinas y antiguas alumnas que con su diáfano recuerdo, lo confirman, descendían de San Juan del Puerto.

Se sentía sanjuanera, era una sanjuanera más, integrada en la sociedad de aquellos momentos. En la calle toneleros, casa donde por última vez sus ojos vieron la luz blanca de nuestro pueblo, donde, resaltaban aquellas canales, pared de tierra y encalada; de puerta y ventana robusta, aireada por los años. En un primer portal, nada más entrar a la derecha, todas las “sillitas” de aneas, bien ordenadas y de un verde primavera, pintada con flores rojas y blancas de nuestra tierra, unas. Otras, color tierra madera de pino, de tiempo y de más usada, por aquellos, quienes no se las llevaban a sus casas. ¡Ay! que silla o sillón, alto y hermoso, que sobre la tarima, en alto, con caña larga y seca, divisaba y controlaba a las inquietas e inquietos que alborotaban. Se decía: “las letras, con sangre entra”.

A la izquierda, frente a ella, se encontraba su habitación, infranqueable y sobre ella, aquel retrato de su padre. Mientras que las niñas aprendían a bordar y a respetar los consejos de la sabia experiencia, los más niños, jugaban, dibujaban y aprendían, con sumo respeto, hacia su bonachona y eficiente enseñante, en el segundo oscuro portal.

Todos la querían y deseosos, de que llegase la hora, en la mañana unas, las pequeñas. Otras, ya mayores, en la tarde, donde sus abuelas o hermanas “zagalonas”, les llevasen a la casa de Mariquita Bertoa. A aprender, a jugar con los otros iguales, a bordar. A aprender a hacer su ajuar.

Recuerdo a mi madre, como nos llevaba a mi hermana pequeña y a mi, de la mano y mi hermana, arrastrando aquella pequeña silla de anea. Solo se quedaba mi hermana yo era algo más mayor, tal vez siete, ocho poco más.

Hoy recuerdan, aquellas quienes vivieron, esos momentos tan entrañables, tan especiales.  Cómo con carácter, cuando los pequeños no le obedecían, pero con delicadeza, explicaba y enseñaba a sus niñas y niños.

Sí, si que se pudo haber elegido un nombre para denominar a la biblioteca, pero, al elegir el nombre de Mariquita Bertoa, se ha elegido el nombre de todas las niñas y niños, hoy mujeres y hombres de nuestro pueblo de San Juan del Puerto. No fuimos muchos, ni muchas, pero sí, que fueron los suficientes, para reconocer con los años, lo importante que fue, su paso por nuestro pueblo. Y es por ello por lo que hoy estamos aquí y sobre todo decir:

Se le ha puesto a nuestra biblioteca municipal, el nombre de, Mariquita Bertoa, por lo que hizo, por cómo vivió y lo que dejó en los corazones de muchas sanjuaneras y sanjuaneros, a su paso por San Juan del Puerto. Una mujer que entregó su vida por los más débiles, los niños y niñas de San Juan del Puerto.

Gracias, Mariquita Bertoa.

Y cómo no: Nombrar con deferencia a: Josefa Méndez Barroso, (Pepi la de Lucía, vecina), Francisca Méndez y Lola Guevara, como antiguas alumnas, a Juan Bta Cartes, profesor y redactor de prensa, a José Manuel Márquez Romero, historiador y amigo; porque, deciros, que son, de las personas como vosotros, de donde podemos recoger la historia y guardar con entusiasmo, los momentos vividos y que en el paso de los años transcurre entre nosotros. Nuestras generaciones, han de saber, de porqué y cómo han llegado ellos, hasta aquí.

Gracias, gracias, gracias.

Por Francisco Pérez Bueno

Este artículo ha sido publicado en la Revista de las Fiestas Patronales de San Juan Bautista, publicación editada por el Ilustrísimo Ayuntamiento de San Juan del Puerto en su edición de 2019, páginas 71 y 72.                                                                                                      

2 comentarios:

Francisco Pérez (hijo de Rafael) dijo...

Excelente exposición.
Era necesario, que esta pequeña historia de tan importante personaje de nuestro pueblo,estuviese en un bloc, tan interesante, como importante; por la información que entre sus páginas, nos llega a transmitir, a lo largo de los muchos momentos, que ha pasado y pasa, nuestro humilde y pequeño pueblo de San Juan del Puerto, a lo largo de su corta vida.
Gracias José Manuel, por admitir un trozo de nuestra verdad histórica.

Gracias,gracias,gracias.

Apuntes sobre la historia de San Juan del Puerto dijo...

Gracias José Manuel. Tus historias sobre la realidad de nuestro pueblo, las haces con tal entusiasmo que revivimos y rememoramos situaciones y momentos ya olvidados. Gracias José Manuel.